Cuando la especie más inteligente sobre la tierra emergida se alía con la más inteligente de los mares, sus víctimas están perdidas. En las playas de de Molhes de Barra, en Laguna, Brasil, los delfines ayudan a los pescadores a capturar peces desde hace siglos. Los delfines conducen a los bancos de lisas (mugilidae) hacia la costa, donde los pescadores esperan para lanzar sus redes. Los delfines, que dirigen totalmente la operación, se benefician devorando los ejemplares rezagados.
Varias generaciones de humanos y delfines llevan colaborando en la pesca de la lisa en Laguna. Tal es la afinidad que los miembros de ambas especies han desarrollado que los pescadores conocen por su nombre a la mayoría de los 55 delfines que viven en la bahía. Por su parte, los delfines han desarrollado un código para avisar a los humanos de la llegada de los bancos de peces: realizan giros en la superficie del agua o agitan el agua con la cola y la cabeza.
Sin embargo, no todos los delfines se avienen a colaborar con los pescadores, sólo el 45% de ellos. Algunos de los delfines que no colaboran –los que los pescadores llaman “ruim” (“malo” en portugués)- llegan incluso a entorpecer la pesca de sus congéneres y los humanos. ¿Por qué unos colaboran sí y otros no? A esta pregunta trata de responder el estudioso Fabio Daura-Jorge, de la Universidad Federal de Santa Catarina. El investigador ha dedicado dos años a seguir y fotografiar a los delfines mulares de las playas para estudiar la inusual red social interespecies.
Los delfines de Laguna han establecido lo que en primatología se conoce como una “sociedad de fisión-fusión”: todos los miembros pertenecen al mismo grupo, pero cada cual tiene varios “amigos” específicos con los que prefiere pasar el rato. Así, existen dos grandes grupos dentro de la comunidad de delfines: los que cooperan con humanos son también más proclives a estar en compañía de otros delfines, en tanto los que se niegan a participar en la caza conjunta (el 55%) prefieren nadar en soledad, según concluye el estudio.
Daura-Jorge incluso localizó a un individuo que hace las veces de enlace entre ambos colectivos, pasando su tiempo con unos y otros.
La próxima fase de la investigación tratará de determinar si existe una predisposición genética de los animales a colaborar con los humanos. Es decir, si aquellos delfines que empezaron a ayudar a los bípedos terrestres han transmitido sus genes colaborativos a sus crías. Entre tanto, cada mes de noviembre, los pescadores de Laguna esperarán las instrucciones de los delfines para lanzar sus redes al mar.
Visto en No Rocket Sciente. Más información en BBC, Una antropóloga en la Luna y Reaching the Animal Mind.
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